Sunday, March 22, 2009

Las impurezas de corazón

Una reflección sobre las impurezas de corazón.

Cuando el corazón es cautivo (o sea captivado por algo - absorto en alguna 'realidad' )
se mueven los deseos interiores de acuerdo, para mantenerse unidos (voluntariamente o en veces 'involuntariamente') hacia lo cautivado.

Dios es lo único, Él único quien debe absorber nuestros corazones por completo.
A Él es al quien se le ha de pedir (con corazón sincero) que nos quite todo lo que no venga o proceda de Él mismo (o sea que cualquier pensamiento, hábito, 'atadura' que no nos permita vaciar nuestros corazones - para solamente recibirlo a Él - que es Amor).

Hemos de hechar fuera del ámbito interior de nuestra esencia (y solamente con la ayuda de Dios), cualquier 'inquietud' o pedacito de 'impureza', para entonces así poder recibirlo al Señor - entera y exclusivamente - como se merece y como se debe hacer para poder seguir correctamente (y en obediencia al divino plan de Dios) en el camino de nuestra salvación (personal).

En veces, nuestros cuerpos humanos se dejan 'encadenar' en hábitos que afectan negativamente la entrega total de nuestras vidas (corazones) a Dios. En estos momentos (especialmente) es al Padre mismo al que hay que recurrir para pedirle (con corazón sincero y arrepentido) que nos 'quite' estas 'impurezas de corazón' para podernos vaciar por completo.

De esta manera sí le es posible al Espíritu Santo habitar en Su morada predilecta, y fijarse allí (en nuestros corazones) Su espacio y 'cuartel general' por el cual nos dirige entonces por este mundo - a recoger lo que otros hallan dado por perdido.

Sunday, March 1, 2009

Sobre la vida temporal y la vida eterna

Al habernos creado a “Su imagen y semejanza”, Dios Padre nos ha dado la vida.
Esta vida es creada de ‘la nada’ para ser partícipe del incomparable tesoro que nos espera en la eternidad.

En nuestra vida eterna vivimos unidos para siempre con Dios mismo en un movimiento real en donde el tiempo parece no correr – porque todo es júbilo y felicidad dentro del Amor.

Para llegar allí – a la vida eterna en Dios – primero hay que recorrer una vida sobre la tierra o digamos temporal. Una vida que tiene principio y fin, manifestada en el cuerpo humano que llevamos ‘puestos’. Este cuerpo nos puede elevar hacia nuestro Dios. Así como también nos puede arrastrar a nuestra perdición.

¿Cómo se puede lograr el primero – abandonando por completo el segundo?

La respuesta está en el ejemplo de nuestro Señor Jesús. Quien caminó la vida temporal para enseñarnos como hacerlo, para poder llegar a nuestra salvación (o sea a la vida eterna en Dios).
Nuestro caminar debe ser unido a la cruz de Jesús.

Al comenzar la vida, el cuerpo joven nace lleno de vitalidad y crece la energía (en la mayoría de los casos). Si le enseñamos como reconocer y amar a Dios y se le forma la vida espiritual, entonces por medio de la gracia de Dios, esta misma - emprende su vuelo solitario hacia Él – en donde, unidos como Dios manda – se entienden – y Dios le va indicando el camino a seguir (siempre y cuando acepte la cruz del que fue enviado antes – el Hijo, nuestro compañero, formador y maestro).

La cruz y el dolor forman la parte esencial e inevitable de nuestro recorrido terrenal. De nuestra vida temporal. Aceptando esta realidad como parte de nuestra formación, podemos entonces vivir llenos de esperanza y rebozando de júbilo – vamos guardando paso a paso los dones que Dios nos va dando – para utilizarlos en hacer el bien al prójimo. Y así, ir reuniendo (digamos invitando a participar) a otras vidas a formar parte de nuestra danza o canción.