La vida y el comportamiento de los santos constituyen una de las cimas más altas de humanidad. En sus vidas, viven en el Amor y del Amor, que es Dios. Ése es su secreto: Dios, al que vemos y palpamos en el rostro humano de su Hijo, que nos muestra que Dios es Amor. ¿Qué decir de Jesucristo? Nos amó hasta el extremo y lo crucificaron y quisieron eliminarlo y quitarlo de la tierra de los vivos. Pero Jesús vive y actúa por sus testigos, los santos, cuyo “secreto” no es otro que el vivir de Dios y para Dios, con Él, y así hacer presente su amor.
Estos testigos, y otros muchísimos más, son los que hacen camino, los que abren futuro, los que se ocupan del hombre por el hombre, los que sirven y no buscan ser servidos, los sencillos y pequeños que no les importa el poder ni lo tienen – pero poseen la fortaleza de Dios, que es el amor y la misericordia. No tienen nada, pero lo tienen todo.
Siguieron a Jesús como únicamente se le puede seguir: negándose a sí mismos y con la cruz recogiendo fuerza y entregando esperanza para todos.