“La vida cristiana se reduce a seguir a Cristo: este
es el secreto”. El (Santo) Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del
Opus Dei, dice lo siguiente: “hay que acompañarle a Cristo tan de cerca, que
vivamos con El, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con El nos
identifiquemos.” (Amigos de Dios)
Durante la cuaresma, meditemos constantemente las páginas
del Evangelio y entremos a las escenas de la vida de Cristo, como un personaje más,
y así sentir y contemplar con amor, el sufrimiento verdadero que sintió. “Hombre
como nosotros y Dios verdadero, que ama y que sufre en su carne por la Redención
del mundo.” Esta experiencia nos abrirá el corazón a la Pasión del Señor, y nos
permitirá contemplar la Humanidad Santísima de Cristo, que – en su afán de
acercarse a cada uno – se nos revela con toda la flaqueza humana y con toda la
esplendidez divina.
El cristiano madura y se hace fuerte junto a la Cruz,
donde también encuentra a Maria, su Madre.
También podemos hacer oración con El Vía Crucis. Y recordemos que no es un ejercicio triste. La alegría cristiana tiene sus raíces en forma de cruz. Si la Pasión de Cristo es camino de dolor, también es la ruta de la esperanza y de la victoria segura. Como explicaba en una de sus homilías: “piensa que Dios te quiere contento y que, si tu pones de tu parte lo que puedas, serás feliz, muy feliz, felicísimo, aunque en ningún momento te falte la Cruz. Pero esa Cruz ya no es un tormento, sino el trono desde el que reina Cristo. Y a su lado, su Madre, Madre nuestra también. La Virgen Santa te alcanzará la fortaleza que necesitas para marchar con decisión tras los pasos de su Hijo.”