La intimidad exige una entrega total y absoluta.
¿Estamos dispuestos a dar la vida misma para encontrarnos con Él?
Fuimos creados primeramente para vivir en un mundo que viene siendo como el ante-sala de nuestro hogar permanente. Este lugar terrenal es donde nos vamos formando. Dios nos va preparando, para así poder llegar como se debe - y con la ayuda de Él - a nuestra meta final.
Aquí sobre la tierra, convivimos con muchos, y no a todos se nos dan a conocer en la intimidad, puesto que Dios (siendo 'la esencia' de nuestro ser) es quien nos conoce íntimamente (y exclusivamente). Aquel que penetra los secretos mas íntimos, conoce los anhelos del Espíritu...
Dios dispone las cosas para bien de los que lo aman...(Romanos 8)
En el Espíritu Santo (se puede decir) es donde (y con quien) vamos descubriendo un conocimiento verdadero y más profundo de la intimidad en Dios.
Al entregarnos en Su servicio - los unos a los otros -
al levantar a nuestros hermanos dolientes y afligidos por los malestares pasajeros de esta vida - al sonreírle a cada persona que Dios pone en nuestro camino -
al escuchar, con verdadero interés a la persona que llora de dolor (sin saber por qué) ofreciéndole consuelo y comportándonos compasivamente -
al darle alimento al hambriento y bebida al sediento -
al darle ánimo al cansado -
al entregarnos fielmente a estos momentos en nuestro vivir -
es allí en donde nos encontramos en la intimidad con Dios y reconocemos su íntima presencia, porque cumplimos con sus mandatos al haber escuchado Su voz cuando nos dice que al entregarnos al amor en servicio a los demás, lo hacemos todo en la intimidad de Su Ser (con Él, para Él y en Él, Dios Padre omnipotente y por los siglos de los siglos) Amén.
Ese salir de sí - hacia afuera,
que implica el amor (verdadero),
se manifiesta en la apertura
y sensibilidad...
hacia las necesidades ajenas
en todo el órden de la existencia.