Hoy,
tráeme a las almas de los hermanos separados y sumérgelas en el mar de mi
misericordia. Durante mi amarga pasión, desgarraron mi cuerpo y mi Corazón, es
decir, mi Iglesia. Según regresan a la Iglesia, mis llagas cicatrizan y de este
modo alivian mi pasión...
Jesús
misericordiosísimo que eres la bondad misma, tú no niegas la luz a quienes te
la piden. Acoge en la morada de tu compasivísimo Corazón a las almas de
nuestros hermanos separados y llévalas con tu luz a la unidad con la Iglesia y
no las dejes escapar de la morada de tu compasivísimo Corazón sino haz que
también ellas glorifiquen la generosidad de tu misericordia.
Padre
eterno, mira con misericordia a las almas de nuestros hermanos separados,
especialmente a aquellos que han malgastado tus bendiciones y han abusado de
tus gracias por persistir obstinadamente en sus errores. No mires sus errores,
sino el amor de tu Hijo y su amarga pasión que sufrió por ellos, ya que también
ellos están encerrados en el compasivísimo Corazón de Jesús. Haz que también
ellos glorifiquen tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.