(meditando sobre Génesis 1:26-27)
Cuando Dios nos crea a Su imagen y semejanza, empezamos a entrar en una realidad que nos lleva mas allá de nuestro ser físico.
En este mundo, vemos lo que vemos, y muchas veces hasta allí llega nuestro entendimiento de las cosas como son.
Si nos dejamos llevar de la mano de Dios (por decir así) Él nos va enseñando (como a un pequeño niño y como los hijos que somos) a caminar de acuerdo a la realidad eterna en Dios.
Entre más pequeños somos, (y no sólo aceptamos pero celebramos nuestra pequeñez) Dios se encarga con mayor fuerza y por Su gracia divina, de dirigir nuestros pasos para llevarnos a entrar en las maravillas de lo que en realidad nos espera al Ser.
Entendiendo que solamente Dios nos puede llenar hasta lo más vacío de nuestro pequeño ser, y que no existe nada ni nadie en este mundo, capaz de llenarnos del todo, hasta entonces empezamos a ver nuestra realidad con los ojos del alma, respirando el aroma enriquecedor de nuestra fe en Dios Padre, entregados por completo a la esperanza en Cristo resucitado y viviendo profundamente en el Amor eterno.
Después de todo Dios nos ha creado para Él. Y al llegar hasta allí, es mas que suficiente, porque en realidad Dios lo es todo y sin Él no hay nada ni nadie. Solamente reconociendo, aceptando y celebrando lo pequeño que somos, logramos empezar a entrar en la realidad de nuestro ser en el Ser Supremo.
En este mundo, vemos lo que vemos, y muchas veces hasta allí llega nuestro entendimiento de las cosas como son.
Si nos dejamos llevar de la mano de Dios (por decir así) Él nos va enseñando (como a un pequeño niño y como los hijos que somos) a caminar de acuerdo a la realidad eterna en Dios.
Entre más pequeños somos, (y no sólo aceptamos pero celebramos nuestra pequeñez) Dios se encarga con mayor fuerza y por Su gracia divina, de dirigir nuestros pasos para llevarnos a entrar en las maravillas de lo que en realidad nos espera al Ser.
Entendiendo que solamente Dios nos puede llenar hasta lo más vacío de nuestro pequeño ser, y que no existe nada ni nadie en este mundo, capaz de llenarnos del todo, hasta entonces empezamos a ver nuestra realidad con los ojos del alma, respirando el aroma enriquecedor de nuestra fe en Dios Padre, entregados por completo a la esperanza en Cristo resucitado y viviendo profundamente en el Amor eterno.
Después de todo Dios nos ha creado para Él. Y al llegar hasta allí, es mas que suficiente, porque en realidad Dios lo es todo y sin Él no hay nada ni nadie. Solamente reconociendo, aceptando y celebrando lo pequeño que somos, logramos empezar a entrar en la realidad de nuestro ser en el Ser Supremo.