Me encanta celebrar fiestas dedicadas a la Virgen María (mi madrecita espiritual). Cuando me fijo en ella, inmediatamente puedo reconocer la grandeza de Dios. Ella es la Madre de Jesús, mi Hermano, y también la Madre de Dios (porque Jesús es Hijo del Padre).
¡Que hermoso es celebrar a María! Una mujer sencilla y dedicada por completa al Padre. Una mujer llena de gracia y bendita entre todas las mujeres, porque así lo planeaba Dios desde todos los siglos de los siglos… María simplemente tenía que decir “sí” y todo se le dejaría derramar por lo escrito ya por Dios.
Pero el “sí” de nuestra dulce Madre no sería tan simple en su vivir…
porque todos los dolores del Hijo, los habría de sentir.
Aun así…y mas allá…
María entraría en su glorioso latir
de corazones unidos…
Padre, Hijo y Espíritu Santo…
Con los cuales habría de Asumir.
Y Asumir al cielo lo hizo
pero con la ayuda y bendición de Dios…
Porque el Padre así lo quiso
para conservar el templo puro de la Madre
y unirlo al del Dios Trino.
Oh María Madre mía…Oh consuelo del mortal.
Amparadme y guiarme…a nuestra Patria Celestial.
Dios te salve Reina y Madre y Abogada nuestra
en este día tan especial…