Monday, November 17, 2008

En la presencia del dolor

¡Cuánto mas ha de sufrir nuestro amado Jesús, al ver (y sentir) el rechazo de sus criaturas – creadas a Su imagen y semejanza!

En decidido momento se nos permite la gracia de entender que el dolor es en verdad algo ‘dulce y suave’ cuando se vive y ofrece con corazón sincero, puro y apasionado en Dios. Entonces, vamos entrando en lo que viene siendo la única Verdad de nuestro existir: creados para amar a Dios sobre todas las cosas.

Al profundizar en el dolor, aceptándolo todo como gracia y don de la Mano Divina, se nos brinda la oportunidad de penetrar en los secretos más íntimos de Su Ser. Estos momentos de gracia sirven solamente como 'una pequeña luz' o luceritos que nos señala(n) y abrillanta(n) el camino a (o por donde) seguir.

Entre más nos unimos al Crucificado, más ahondaremos la necesidad de cumplir con cualquier penitencia que nos fuere impuesta, para así (con la ayuda del Espíritu Santo) llegar a abrazar a toda la humanidad en un simple suspiro de entrega total y absoluta.

Oración: O Señor, Permítenos entregarnos fielmente al momento de dolor como Tu propia Madre (la Virgen Maria) lo vivió tan intensamente en su caminar terreno y a los pies de Tu Cruz, y que (por decir) lo sigue viviendo en el sufrir de sus hijos (nosotros los seres humanos). Refuérzanos con el divino manjar de Tu propio cuerpo y sangre en la Sagrada Eucaristía, para que así - unidos en Ti, logremos cumplir con el apostolado propio que nos tuvieres encargado en nuestro camino terrenal y hasta el fin de nuestros días. Amén.

En la presencia de la ausencia

Cuando la mente falla y la memoria se desvanece ¿Acaso es como perder al ser (amado) de antemano? ¿Darlo por muerto – aún cuando muerto no lo está?

Entendemos (por gracia de Dios) que el vivir esta vida es el de morir continuamente. Morir a todo lo que no se conforme al Plan Divino para nuestra vida eterna (en Dios).

Ahora bien, si una persona pierde la capacidad de reconocer lo que le sucede; si la memoria ya no le funciona como anteriormente (a causa de los años o por enfermedad); si poco a poco (o de golpe) pierde el recuerdo de momentos vividos; se podría decir que el simple hecho de que en la presencia está Dios, se nos permitirá agradecer la ausencia personal del ser (amado) – para así, desposar en Jesús, con Dios Padre y Espíritu Santo – todas las atenciones y ofrendas de caridad para con estos seres pequeños e indefensos ya. Con absoluta confianza se nos llenarán los corazones con la firme esperanza de recibir el bien para todos los presentes, aunque ausentes estén.

¿Qué más se puede pedir para los ausentes, si Dios Padre les ha dado todo ya? ¿Si al comenzar y terminar el día todo se nos acomoda para bien de los que amamos al Señor? (Romanos)
La presencia de la ausencia se vive plenamente en la Fe, la Esperanza y el Amor Eterno. Allí nos encontramos todos, siempre y por siempre.

Monday, November 3, 2008

En la amable presencia de Maria

Mil gracias te damos Señor
por habernos entregado – a los pies de la Cruz
(a) tan amable y dulce presencia
(en) la de Tu Virgen Madre, Maria.

En ella depositas Tu gran Misericordia y Amor,
Consuelo y Esperanza
para con todos nosotros los hombres/la humanidad entera.

La dulce e inigualable presencia de Maria
nos motiva e inspira a seguir buscándote en todos
y en todo lo bueno que hemos recibido
(y seguimos recibiendo)
hasta los fines del mundo.

El sólo pronunciar su dulce nombre
con fe y devoción – Maria
nos permite recibir dulzura en consuelo, amor profundo, alegría constante, confianza firme y fortaleza perdurable –
que se vive, en el alma y en el corazón.

Aunque pronunciemos u oigamos el nombre de Maria mas de un mil veces,
tiene la gracia – como el nombre de Jesús –
de pronunciarse o escucharse como algo siempre nuevo y hermoso
en una dulce suavidad espiritual.

Como decía el enamorado San Bernardo:
“Oh excelsa Maria, digna de toda alabanza,
no se te puede nombrar con devoción
sin que aumente el amor del corazón.
Ni se puede pensar con fe en ti
sin sentirse consolado, enfervorizado y deseoso de amarte más y más.”
La presencia de nuestra buena Madre Celestial
nos va infundiendo la esperanza del perdón
y así recobramos y conservamos la gracia de Dios.

“Oh Maria, Madre mia
Oh Consuelo del mortal
amparadme y guiadme
a la patria celestial.”