Thursday, April 5, 2012

Séptima Palabra: Padre… en tus manos encomiendo mi espíritu…


Pensando solamente en cumplir con la voluntad de Dios Padre, todo lo entrega Jesús por amor.

La entrada en el mundo espiritual es siempre un misterio que sobrecoge el ánimo. Por esto, todos miramos con prevención, sino con horror, el momento inevitable de la muerte. Estamos tan acostumbrados a un mundo de leyes tangibles que conocemos, al cual nos hemos acostumbrado, que a casi todo el mundo causa un sentimiento de espanto entrar en las regiones de lo desconocido, de la muerte.

Esta prevención y temor no podía existir en el divino Hijo, en el Verbo encarnado; sin embargo, le oímos exclamar: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." ¿Por qué?

La experiencia del Salvador como hombre ha de ser la nuestra también de un modo inevitable; todos hemos de pasar por este sombrío valle. ¿Cuándo?, ¿cómo? No lo sabemos, pero ha de venir dentro de pocos años. ¿Podremos dirigirnos entonces a Dios del mismo modo que nuestro Salvador lo hizo? Si Él es nuestro Padre, ¡podremos! La gran cuestión para nosotros es: ¿Qué debo hacer para que lo sea? Tenemos la respuesta en Juan 1:12 y Efesios 1:5. La muerte redentora de Cristo es la garantía de que podremos terminar nuestros días con la misma confianza que El, si le hemos aceptado como nuestro Salvador y Señor. Solamente entonces podremos decir con gozo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Llévalo como quieras y donde quieras, por este universo misterioso, insondable, invisible, donde hay enemigos poderosos no sujetos aún; pero en el cual Tú reinas porque eres el Creador y Señor Todopoderoso. ¿Podremos decir esto cuando la hora llegue? ¿Podremos enfrentarnos con una realidad tan misteriosa y desconocida sin temor alguno?

Séptima Palabra: Padre… en tus manos encomiendo mi espíritu…